Señal de advertencia.

Ayer viví una de esas experiencias tan incómodas como es tener en tu reunión a una persona que no estaba planeada en ella pero llegó y resultó ser un patán, con toda la falta de educación para ser descrito así y, como suele caracterizarle a estas personas, un ego muy inflado. Combinación harto incómoda para cualquiera que tenga cerca a un distinguido personaje así. Era el novio de la invitada a la reunión.

Cuando llegué a tomar un café con los dos invitados que estaban programados y vi a esa tercera persona, le pregunté: “Hola, ¿tú a qué te dedicas?”, a lo que respondió: “Yo soy albañil”. Se me quedó viendo con una mirada medio desafiante, yo hice un respetuoso silencio y luego el continuó: “…no, no, soy también, como mi novia, dedicado a la ciencia e investigación”. Luego pregunté: “¿Exactamente a qué te dedicas en la ciencia e investigación?”. “A…, pues…, algo también de temas relacionados”. “¿Y dónde trabajas? –seguí preguntando. “En la UNAM, en la Facultad de Medicina y en alguna otra” –resonpondió. “¿Pero exactamente qué haces ahí, cuál es tu función?”. Al ver cómo se trababa para responder o su incapacidad para acertar en la respuesta o simplemente su respetable evasión para contestar, mejor continué con la reunión. Iba a ser algo breve, y de hecho lo fue.

Mientras hablaba, llegó un momento en que de tajo me interrumpió, cuestionó mis afirmaciones, alzó un poco la voz, hechaba su cabeza hacia atrás como intentando alzar el nivel de sus ojos con actitud retadora… yo en mi interior me empecé a reír de tan peculiar personaje. Naco (léase mi columna aclaratoria del término aquí), imprudente, hostil… pero lo que me llamó la atención, además de tener que aguantar a alguien así tan cerca de mí –modestia aparte, algo a lo que no estoy acostumbrado desde que nací–, fue la actitud de la novia… callada, sumisa, sumida en el sillón, prefiriendo esconderse en la comida que engullía, a momentos, como todo terapeuta, noté la “pena ajena” que estaba viviendo esa mujer. Y aquí llego al punto central de la nota: ¡¡¡Pon atención a la «señal de advertencia»!!! Si así se comporta tu novio en un encuentro social, siendo él alguien que no estaba invitado, que no conoce a los que nos dimos cita, y se atreve a actuar así… ¿Cómo crees que será tu vida de relación en un futuro con alguien de esta clase, incluso si se llegan a casar, si procrean… cómo tratará a sus hijos, cómo te tratará en sociedad si un día comentas algo con lo que no esté de acuerdo? En mi libro Señales de destino, escribí un concepto que creé luego de años de ver pacientes: concepto al que llamé “Señal de origen”. Es un apasionante tema que recomiendo ampliamente que leas donde afirmo que el comportamiento preponderante de alguien cuando lo conociste, será sin duda el comportamiento preponderante y que se irá incrementando en un futuro. Por eso debes entender que el noviazgo, es precisamente una oportunidad para valorar y saber si conviene seguir o salir huyendo. Si ves con toda evidencia que tu pareja es un patán, si así trata a la gente… ¡¿Qué esperas para salir huyendo de esa relación que jamás te llevará a nada valioso?! Atiende las señales de origen, son valiosísimas señales de advertencia.

El tipo llegó un momento en donde se levantó y se fue a esperar a su novia afuera del recinto. Yo estaba tan concentado hablando con las otras personas que olvidé si eran novios o casados. Al despedirme de ella, le dije: “Un placer señora… o… ¿Están casados?”, a lo que me respondió que no. Ahí recordé que desde un principio se me informó que eran novios. Entonces le dije a la mujer: “…o, perdón, señorita. Y bueno, si te dan permiso de pensar por tí misma, si te hizo sentido la información que escuchaste, luego habla con tu amigo quien te invitó a venir”. Ella simplemente, nerviosa, sonrió. Qué ganas me quedaron de decirle: “Hija… ¡huye! Tienes de novio a alguien con un nivel de conciencia harto primitivo. ¡Estás a tiempo de salirte de ahí!”. Pero eso lo tiene que ver la persona cuando hubo tanta evidencia. Ahora que lo recuerdo, que atinádamente simbólico fue que lo primero que me dijo ese tipo cuando le pregunté a qué se dedicaba fuera: “…soy albañil”. Con todo respeto a los albañiles (conozco a algunos de verdad prudentes), qué atinada autodescripción.

Si tienes evidencias contundentes (no una, no dos, varias y ya como parte de su personalidad) de un deplorable comportamiento de tu pareja… ¡déjala! Sé lo que te digo. En años que tengo de ver pacientes, nefasastas relaciones alcanzan a llegar al altar, casi por inercia (empujada por estupidez y sostenida por falta de agallas, tremenda falta de autoestima), y casados las cosas se ponen peor, porque lejos de ser una pareja, he visto que se pasa a ser una poseción más, otro objeto de control. El futuro que siempre he visto en mi consultorio en ese tipo de parejas es muy doloroso… y ¡se pudo haber evitando tanto sufrimiento! Cuando parejas vienen a contarme sus tragedias, suelo preguntar: “¿Y desde cuando la trata así?”, “Uy…, desde hace muchos años, desde que éramos novios” –me han respondido tantas pacientes. Y la contundencia queda manifiesta: si sufres, sufres porque quieres.

Sirvan estas breves líneas para que, por sincronía, quizá alguien por ahí reciba una señal de advertencia. En mis conferencias he afirmado en más de una ocasión: siempre es mejor un final trágico que una tragedia sin final.

Decidir con inteligencia y dignidad propia siempre generará una gran…

¡Emoción por Existir!

–Alejandro Ariza.

2 comentarios sobre “Señal de advertencia.

  1. Muchas Garacias Dr. Alejandro Ariza. Vivo una situacion, para la cual me va a servir mucho lo que usted aqui escribio.
    Mil Gracias de nuevo por mantener mi Emocion por Existir…

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